El Che a sus 90
Por: María del Carmen Ariet
García
Publicado en: La columna del Che
En este artículo: Cuba, Ernesto
Che Guevara, Historia, Historia de Cuba, Revolución cubana, Socialismo
14 junio 2018 | 12 |
Volver en continuo renuevo, como
enunciara Roa, deviene una expresión certera acerca de cómo y en qué forma se
presenta el Che en cada una de las remembranzas que queremos y necesitamos
aquilatar. Debemos asumirlo de forma sugerente y con un compromiso inalterable,
no con simples frases para dejar constancia de su entrega a las causas justas
—que sin dudas supo hacer como nadie?, pues sentimos que el mejor modo de
pensarlo en su natalicio es como ese aliento cotidiano, contrario a la manera
en que se pretendió borrarlo impunemente.
Cada año se habla del hoy, de su
presencia perenne, de su eterna juventud y de sus virtudes éticas, todas
expresadas en frases a veces grandilocuentes, aunque en su mayoría respetuosas
y conmovedoras. No obstante, nos queda la sensación de no poder alcanzar su
verdadera dimensión, o quizás, aun peor, el sentirlo poseedor de una infinitud
que bien se sabe no hubiera compartido; por eso, en el 90 aniversario de su
natalicio valdría la pena intentar resaltarlo, capaz de interponerse ante la
solemnidad impuesta por una muerte salvaje que no mereció y de la que siempre
nos vamos a culpar, aun cuando se distancie en el tiempo, en las vivencias y
recuerdos particulares.
Así pudieran tejerse y mezclarse
a la vez imágenes y pensamientos construidos con el propósito esencial de
hacernos un poco mejores. Cuántos sueños, búsquedas y hechos se presentan en la
vida y la obra del Che que trasciende y nos trascenderá, consciente de que nada
de lo hecho perseguía esos objetivos, solo el disfrute pleno de hacerse a sí
mismo para servir a los demás con paciencia a veces, con prisa constante, pero
sobre todo con entrega infinita, esa que convence solo de saber que nunca
exigió, pidió o realizó lo que no fuera capaz de alcanzar por su tesón y
voluntad.
De pronto y de forma abrupta se
nos presenta una realidad innegable, de esos 90 que conmemoramos solo vivió 39,
que parecen y son pocos para tanto batallar. La cantidad asombra porque de
todos los años transcurridos, 51 de ellos pertenecen a la inmortalidad, mas,
sin embargo, cuánto aliento, cuánta belleza en su rostro y cuánta presencia
vital permanece; indicadores que impulsan a preguntarnos y a respondernos al
unísono una verdad incuestionable: solo el buen obrar es capaz de mantener la
acción de la entrega.
Para los jóvenes, sobre todo, se
escriben estas líneas, para que se sientan estimulados a indagar en una
biografía que debe tener como premisa el despojarse de frases ambiguas y
estereotipadas, tan molestas e irritantes cuando se alejan del deseo y la ambición
de lo cotidiano y de la comprensión del porqué se debe acompañar nuestra vida
de una conducta o un anhelo en el que se sienta el renacimiento de las
aspiraciones más nobles como seres humanos y por encima de todo, el aprender a
valorar conductas que pudieran marcar metas y logros que nos enriquezcan.
1. El joven Ernesto
Cómo se veía y cómo quería o
quiso ser, es siempre una pregunta imprescindible cuando se busca aquilatar el
verdadero valor de una existencia que se presenta como un paradigma. Estar de
acuerdo o no con esas apreciaciones y cómo se deben obtener esas respuestas, es
sin dudas la vía más precisa y segura para convencer y actuar. Para cualquier
joven inquieto en constante indagación de su entorno y de su yo interior, una
simple inspección descubre los momentos y particularidades en que el joven
Ernesto trató de satisfacer apetencias e inquietudes, y aunque no se compartan
todas, algunas son tentadoras como propuestas de vida.
Al afán de alcanzar un
conocimiento mayor surgió, de forma inquisitiva, una avidez por la lectura la
que asumió como suya a lo largo de toda la vida y, aunque no se repita en la
forma, salvando incluso las distancias de la época y sus costumbres, el método
personal y auto-impuesto de lecturas para su placer demuestra la posibilidad
real de realizarlo como un reto que va creciendo, como una necesidad
espiritual, capaz de ir completando espacios necesarios para responder
inquietudes o simples dudas.
Ahí está la presencia de un
Cuaderno filosófico que construye para sí a los 17 años y que en diferentes
formatos lo extiende a lo largo de su vida, hasta su muerte en Bolivia. No es
la obra de un erudito, es la intencionalidad de su elaboración la que sirve de
pautas para medir los caminos que los seres humanos somos capaces de construir
cuando sentimos el impacto y la fuerza de lo desconocido y aspiramos a alcanzar
respuestas consecuentes ante tantas interrogantes.
De esa forma, se suma otra de
sus cualidades más sobresalientes que sin la primera no podía haberse producido
con la fuerza en que se presenta, la acción práctica para obtener o culminar
las respuestas no satisfechas con solo las lecturas. Comienza así la aventura
de los viajes, que cambian en objetivos y principios con el tiempo, pero que no
dejan de conmover al viajero, aunque la mirada y las complejidades del actuar
sean diferentes.
Mirar y comprender fueron
fuentes fidedignas para recomponer un mar infinito de preguntas y también para
aumentarlas hasta alcanzar las rutas necesarias para estimular el espíritu y
comenzar a auscultar el entorno y el sujeto actor de la inmensidad que separa a
un neófito de un conocedor en ciernes. Sentir esa necesidad se torna infinita
hasta el final de su vida, sabedor de la profundidad y lo escabroso del camino,
pero también de la satisfacción de poder alcanzar o al menos intentar acercarse
a lo mejor de lo humano por esfuerzo propio, lección que aprendió y asumió como
suya desde que, en un viaje en solitario y con bicicleta en mano, se decidiera
por un futuro incierto y del que no tuvo retroceso. Una “aventura” indetenible
con un agregado sustancial: el compromiso de hacerse mejor.
2. Por caminos de Revolución
Los momentos más conocidos y más
divulgados de la vida de Ernesto-Che se encuentran en su presencia y actuar
dentro de la Revolución cubana, pero tanto desde el comienzo de la lucha y más
tarde a partir del triunfo de la misma, surgían preguntas acerca de las
motivaciones que lo llevaron a un camino tan arduo y desconocido, en parte.
Muchas de las posibles
respuestas las hallamos en los antecedentes explicados, a través de los cuales
encuentra, en primer lugar, un sentimiento comprometido con los seres humanos,
aquellos con los que compartió desde lo más simple hasta quimeras aparentemente
inalcanzables.
En la vida de Ernesto-Che existe
por decisión incuestionable su inmensa vocación humanista, más allá de modos y
modas, y lo más importante, acompañada de una dosis profunda de reflexión y
pensamiento desde posiciones políticas e ideológicas, cuando asume el marxismo
como su filosofía de vida. El que para muchos estas precisiones se escapen o
diluyan no indica más que desconocimiento de un proceso ascendente que asume
para demostrarse a sí mismo su capacidad y decisión de alcanzar un compromiso
con ese ser humano desposeído y explotado, el que lo conduce por los caminos de
radicalización y de revolución de manera integral.
Como afirmara en carta a su
madre, “el camino fue largo, pero sin retroceso”, demostrado en sus ansias de
luchar por hacer de su entorno y del medio algo más justo y de todos. Aun no
conocía a profundidad el cómo, dónde y cuándo, pero sí sabía de su decisión
irrevocable, más allá de interrogantes; tampoco podía valorar las dificultades
y lo escabroso del camino decidido, excepto la necesidad indetenible de
enfrentar esos retos.
Por ello, aprendió primero, que
para entrar en revolución esta debía ser profunda y radical, al decir de Martí,
desde la propia raíz. En ese punto de inflexión comenzó a percatarse que no
basta el deseo de cambiar, que si no va acompañada de una decisión mayor de
transformación no sería posible alcanzarla, pero además, pudo valorar conceptos
y estructuras mentales y materiales que solo logran emplearse, fuera de los
textos leídos, cuando se conoce la necesidad de cambiar esquemas acompañadas de
un proceso donde el sujeto se convierta en el actor principal de los cambios
imprescindibles, si en verdad se está dispuesto a conquistar el porvenir.
Sin adentrarnos en detalles de
su enorme capacidad para enfrentarse a tareas y funciones desconocidas, lo que
se presenta de forma inmediata es su resistencia, su voluntad y su compromiso
para asumir todo lo que realiza con un punto de miras inobjetable, hacer y
avanzar para construir un mundo mejor junto con un hombre superior. Es en ese
derrotero que se explica el porqué la importancia del estudio profundo y
creador para obtener esa meta irrenunciable; así pudo comprender del valor y la
determinación de luchar por cambios profundos marcados por la intención de
barrer con un poder de dominación inconsecuente y selectivo que excluían a la
mayoría. Es ahí, donde se convence y actúa en aras de alcanzar el socialismo
como la alternativa posible para construir un sistema capaz de humanizar al
mundo y su entorno.
Ese camino de revolución, de
manera consecuente y con su propio esfuerzo y tesón lo construyó junto con la
vanguardia de la Revolución encabezada por Fidel y con la participación
consciente de todo un pueblo dispuesto a conquistar el futuro y así lo hizo. El
poder mencionar múltiples hechos y huellas demuestran su constancia, pero
cuando se trata de hablar de ejemplo y ética más allá de hechos particulares,
lo importante es comprender la dimensión en que se sitúa lo irrevocable, lo que
contribuye a comprender el porqué, después de obtener una vida plena en anhelos
y logros personales, no bastó y decidió continuar un ascenso complejo y repleto
de escollos, a sabiendas de que esta vez se trataba de medir fuerzas contra lo
irracional de un poder supremo incapaz de detenerse aun cuando terminara en un
holocausto.
¿Sabía y percibía a qué se
enfrentaba? Si se puede comprender el valor y el poder de las fuerzas
indetenibles que estremecen desde el interior, sin dudas la respuesta es
afirmativa, solo que sigue siendo muy difícil de entender a pesar de su
humanismo. Resulta doloroso encontrar las palabras precisas para detenerse a
pensar en un final que, aunque probable, no es aceptado. Es ahí donde, a pesar
del acto definitivo, se produce la encrucijada y la necesidad de interpretar su
otra dimensión y su conversión a la inmortalidad.
3. En los 90 y la encrucijada
Cómo sintetizar en un solo ser
tanta fuerza y voluntad, traducido en un conocimiento profundo, en amor al
prójimo y en entrega total, obliga a un resumen casi inalcanzable, por la
manera en que lo hizo para sí y para los demás.
Se abren en una sola visión
panorámica los paisajes y los hombres con los que pudo sentir y vibrar desde
diversas coyunturas y realidades, pero siempre desde un humanismo pleno que
sostenía como principio no establecer diferencias irreconciliables, solo las
propias de sus particularidades emanadas de la tradición y la cultura, valores
superiores que lo nutren de un pensamiento y acción universales y que, en
parte, nos explica el modo en que es apreciado y comprendido en cualquier región
del mundo, entre hombres sin distinción de razas, solo con la sensibilidad y la
fuerza suficiente para compartir las mismas actitudes y las mismas ansias de
vivir en un mundo de justicia y paz en el que todos vivamos sin extorsión y con
disfrute pleno a partir de nuestros esfuerzos y voluntad.
Así llegamos a los 90 de un
hombre cuya divisa fue y es construir y compartir un mundo mejor entre todos,
con la convicción de que se puede y se debe luchar por alcanzarlo aun cuando
varíen los métodos y circunstancias, siempre con el deseo de lograr la unión
íntegra; solo así se podrá hacer realidad y hablar de un legado que pertenece a
todos, pero que se debe conquistar con la fuerza universal de un hombre que por
elección decidió llamarse de forma breve: CHE.
(Tomado de
Contexto Latinoamericano)