Por: Yunier Javier Sifonte Díaz
Cuando hace menos de un mes en Cuba se hablaba de los Juegos Olímpicos casi todos se preguntaban si sería posible cumplir el objetivo de terminar entre las veinte primeras naciones del medallero. En cada análisis varios argumentos eran comunes. A la pérdida de la hegemonía en los últimos Juegos Centroamericanos y del Caribe y el bajón en la cita panamericana de Lima, se le unían la pausa por la COVID-19, el déficit de competencias internacionales y la reducción en el número de atletas clasificados.
Para los más pesimistas parecía imposible cumplir una buena faena en medio de ese panorama. Para otros el propósito era posible. Sin embargo, muy pocos tal vez esperaron un rendimiento incluso por encima de aquellas proyecciones. Y justamente eso fue lo que sucedió.
En definitiva, las siete medallas de oro, tres de plata y cinco de bronce dejaron a Cuba en el escaño 14 del medallero. No solo terminamos por debajo del lugar veinte, sino que nos incluimos entre las 15 primeras naciones en una cita olímpica difícil y sumamente competitiva. De Latinoamérica, solo Brasil terminó mejor ubicado que la Mayor de Las Antillas.
Para decirlo más claro, es la mejor actuación cubana en cuanto a títulos y ubicación final desde Atenas 2004, y concretarla dependió de varios elementos a la vez.
En primer lugar, ahora sí hubo eficiencia en la delegación cubana. Solo así es posible conquistar esa cantidad de títulos con apenas 69 deportistas inscritos. De hecho, seis de las siete coronas antillanas llegaron en finales directas en las que dos atletas se enfrentan por el oro. Solo en el judo Idalys Ortiz no logró ganar.
Del resto, los boxeadores Roniel Iglesias, Arlen López, Julio César la Cruz y Andy Cruz, así como los luchadores Luis Alberto Orta y Mijaín López conquistaron la victoria en la disputa del título. En números, Cuba ganó en el 86 por ciento de las oportunidades directas que tuvo.
Por su parte, el otro título criollo llegó en la emocionante final del canotaje, con una dupla de Serguey Torres y Fernando Dayán Jorge que coronó un ciclo de excelentes resultados. Solo ellos vencieron entre las doce opciones de oro en finales que incluían hasta una docena de concursantes —como las pruebas de campo del atletismo— pero otros cuatro cubanos llegaron al podio.
En este caso, el 42 por ciento de los cubanos que participaron en estas finales obtuvieron al menos un bronce. Por su parte, el aporte por disciplinas esta vez también fue ligeramente mejor. Si en Río 2016 solo el boxeo y la lucha dieron títulos, ahora se sumó el canotaje, con el mérito incluido de ganar su primera medalla de oro en Juegos Olímpicos.
Ese fue uno de los deportes que estuvo por encima de las expectativas, no solo por conquistar un metal dorado que no todos vaticinaban, sino porque logró estar en otras dos finales y llegar a Tokio con una generación de jóvenes talentosísimos con muchas perspectivas rumbo a París 2024.
A su vez, otros que no defraudaron fueron los boxeadores. Dueños de cinco medallas entre siete posibilidades, los pugilistas cubanos demostraron una vez más que son el buque insignia del deporte en la Isla. Arribaron a Tokio con proyecciones de dos títulos y salieron con cuatro, sobre todo gracias al empuje de Roniel Iglesias y Arlen López, reivindicados luego de un ciclo con preocupantes altibajos, así como de las confirmaciones de Julio César y Andy Cruz.
Mientras tanto, la lucha greco dejó grandes alegrías matizadas por algunos sinsabores. En el caso de Mijaín López, conquistó una cuarta corona olímpica para convertirse en el luchador más laureado de la historia, y para igualar con Ramón Fonts como el deportista cubano con más medallas de oro en citas estivales.
Por su parte, el oro de Luis Orta se lleva el título de la mayor sorpresa positiva para Cuba en Tokio. Sin grandes resultados en los torneos previos, el habanero poco a poco fue despachando rivales para erigirse en el primer campeón de Cuba en estos juegos. En la esquina opuesta, dolorosas fueron las derrotas de Daniel Gregorich y sobre todo de Ismael Borrero, imposibilitado de revalidar una corona para la cual salía como uno de los favoritos.
Otros que llegaron como favoritos a Tokio fueron Juan Miguel Echevarría y Yaimé Pérez, aunque ellos sí subieron al podio. En el caso del saltador de largo, con una corona perdida en un último intento de su rival que se recordará tanto como aquella de Iván Pedroso en Sydney 2000. Para Yaimé llegó un bronce conseguido sin rozar a sus marcas promedio del año.
El atletismo dejó otras sorpresas agradables. El bronce de Maykel Massó en la longitud, el segundo mejor tiempo de la historia para el relevo largo femenino cubano y la rebaja en más de un segundo de la marca personal de la cuatrocentista Roxana Gómez para incluirse en la final son las más sobresalientes. En su caso, se convirtió en la segunda atleta que entra a una final de 400 metros planos representando a Cuba en unos Juegos Olímpicos.
Como aspecto negativo, no se puede dejar de mencionar la cantidad de lesiones vistas aquí en al menos seis representantes del deporte rey. Aun es preliminar para emitir un juicio al respecto, pero lo cierto es que la Comisión Nacional tiene el encargo de revisar el tema y corregir lo que evidentemente está fallando, por la salud de nuestros atletas y también por los resultados deportivos.
Del resto de los deportes medallistas sobresale el tiro deportivo, una de las disciplinas que sabe sobreponerse a la falta de competencias y a los problemas con la preparación. La plata de Leuris Pupo no solo lo confirma en la élite de la disciplina, sino que es una oda al sacrificio y a la constancia. Del resto de nuestros exponentes, Laina Pérez y Jorge Félix Álvarez terminaron entre los 15 mejores, un rendimiento digno de elogiar en las condiciones actuales.
En el judo, otra vez Idalys Ortiz no defraudó y se colgó su cuarta medalla olímpica consecutiva. En un evento donde muchos pensaron que ella sería junto a Mijaín la abanderada de Cuba, la cubana solo perdió ante la mejor judoca de la división en este momento, pero enseñó su casta y con su medalla de plata se convirtió en la judoca antillana más laureada en citas estivales.
En ese deporte también es digno de elogio el rendimiento de Kaliema Antomarchi, a sus 33 años debutante en unos Juegos Olímpicos y con un quinto lugar que dejó un buen sabor de boca. Combatividad y persistencia no le faltaron a la santiaguera, en un deporte que vio cómo Maylín del Toro cedió en su segundo pleito y sus tres representantes masculinos cayeron en el primer combate.
El taekwondoca Rafael Alba también perdió en su debut y levantó una ola de preocupación por toda la Isla. Sin embargo, su rival llegó a la final de la división y le dio una nueva oportunidad para no irse sin medallas.
El titular mundial de 2013 y 2019 no la dejó pasar y en sus pleitos siguientes mostró un mejor rostro: más combativo, más concentrado, más explosivo, tres elementos que lo llevaron hasta una medalla de bronce que sirvió para cumplir sus pronósticos de favorito y de paso abrir la cosecha cubana.
En el lado opuesto, una de las últimas preseas la dio el librista Reineris Salas, con un bronce que maquilló en parte la pobre actuación mostrada por nuestros representantes en esta especialidad. El cubano anunció que esta sería su última competencia, y aun con un tobillo lesionado se las arregló para subir a un podio que le había sido esquivo durante dos citas olímpicas previas.
Más allá de ese resultado, la lucha libre en ambos sexos no mostró una buena cara. Derrotas de Geandry Garzón y de Alejandro Valdés —esta última luego de tener una ventaja increíble—, así como los cinco match perdidos por las chicas, levantan serias preocupaciones para un deporte que debe mejorar en pos de continuar en la delantera.
n sentido general, las siete disciplinas donde recaían las opciones de medallas cumplieron sus propósitos, obviamente con destaque para la lucha greco, el boxeo y el canotaje. No son despreciables las tres preseas del atletismo, así como la plata del tiro deportivo.
Del resto de nuestros representantes en Tokio, también vale destacar los respectivos sexto y octavo puesto logrados por Ludia Montero y Marina Rodríguez en el levantamiento de pesas. En el caso de la primera, para firmar la mejor actuación de una pesista cubana en citas olímpicas. Para la segunda, significó repetir su resultado de Río 2016.
Otros deportes no tuvieron tan buenas actuaciones. Nuestros especialistas en la natación, el pentatlón moderno y la gimnasia artística quedaron por debajo de sus posibilidades reales. Una caída de Marcia Videaux en su única prueba y la eliminación del pentatleta Lester Ders en la equitación fueron los puntos más oscuros.
A su vez, el remo, el voleibol de playa, el tenis de mesa y el ciclismo de ruta rondaron lo esperado. La remera Milena Venegas estuvo en la final C para no dejar morir una disciplina que ahora solo pudo clasificarla a ella, mientras que la ciclista Arlenis Sierra no pudo mejorar su actuación de Río en una prueba de ruta que otra vez la vio competir sola, y en la arena. las muchachas del voleibol de playa avanzaron hasta la ronda de las 16 mejores.
Tokio 2020 demostró las fortalezas del deporte cubano y confirmó la calidad de algunas disciplinas. A solo tres años para París 2024, se impone ahora corregir lo que no funcionó y no dormirse bajo la melodía de estos triunfos. Trabajo constante, preparación científica, búsqueda de talentos y aprovechar todos los espacios para fortalecer a nuestro deporte siguen como prioridades incuestionables.